10.1.11

Me dejé llevar, no luché contracorriente. 

Me sumergí, dejé de respirar. La corriente me llevó, como vil camarón dormido. 

Y fue estupendo. 

Dejar de pensar, y sentir, sentir hasta que la piel me doliera.

Una caminata a cinco grados. La piel revive. La mente rejuvenece. Después de los minutos de odio y venganza, vino la paz y la comprensión. 

Todo pasa, aunque tratemos de retener el tiempo, aunque duela en las entrañas el pasado, lo cierto es que no hay caso. 

Un respiro. 
Una buena rolita. 
Despertar eternamente. 

Pero vivir en la ensoñación convulsa y casi apopléjica. Ya no importa.
Las cosas alrededor pueden volverse un papalote, dejar de existir. Yo misma puedo hacerlo. 

No importa. 

He vivido al límite. Me gusta arriesgar. 

Apostarme. 
Hasta reventar.

Soy un globo y lleno de helio. Me alzo veloz.