9.9.12

Lo sé. Estoy lejos de la perfección. Pero, ¿es que hay alguien que alguna vez se ha encontrado remotamente cerca? Y tampoco es que quiera serlo. Lo único que deseo es estar en paz. El problema es que no sé realmente qué me brinda paz. Creía saberlo, pero he cambiado. O no tanto. Sólo ha salido a relucir el cobre. Es oficial. Estoy en crisis. Emocional, profesional, sentimental, vocacional. En completa crisis. Y cuando lo estoy me quedo estática. No doy pasos. Cuando siento que me encuentro en un callejón sin escapatoria me quedo estancada hasta estar segura de lo que debo hacer. ¿Me regreso por el mismo camino? ¿Trato de brincar las paredes? ¿Elijo el sendero estrecho? ¿El que se ve turbulento? ¿O el apacible lleno de aburrimiento?

Entonces mejor me quedo quieta. Inmune. Viendo pasar a las demás personas. Envidiando que ellos toman sus caminos sin indesiciones. Porque si salto, ¿cómo sabré que no querré dar vuelta atrás sin poder hacerlo? Para tomar un camino debo dejar de pensar y sentir. Sentir. Simplemente así: sentir. Pero ahora, en este preciso momento siento muchas cosas. Siento agobio, desesperación, aburrimiento, miedo, desesperanza, inconformidad, enojo. Mente en blanco. Mente en blanco. Sólo déjate llevar por la corriente.

¿Por qué los seres humanos nos complicamos tanto la pinche existencia? ¿No sería mejor vivir, así nomás, vivir? Y cuando me siento así lo peor que pueden hacerme es presionarme. ¿Qué quieres? ¿Qué quieres? !Decídete! Y yo pienso en los porqués. Ninguna persona puede tomar decisiones bajo presión. Por lo menos no las acertadas. No las que harán que todos salgan bien parados. Aunque nunca habrá alguna donde todos ganen. Por lo menos no en el momento.

Lo sé. No soy perfecta. Le temo a los compromisos. No quiero tener hijos. Me gusta hacer y deshacer mi vida sin que nadie se meta. Soy voluble. Orgullosa. Vanidosa. Quiero que siempre se haga lo que yo quiero. Y si no se hace tiendo a herir porque sé los puntos débiles de las personas. Sé darles donde más les duele. Pero todo esto sale a relucir cuando mi inseguridad se hace visible. Sólo en ese momento.

Y sí, siempre hablo de mis defectos. Pero, como en todo, también en mí hay un poco de luz. Me gusta sacar una sonrisa a mi interlocutor. Soy buena escucha. Por más enojada que esté siempre puedo tener una conversación tranquila. Acepto mis errores. Trato de estar siempre que me necesiten. Y cuando ya no me necesitan, cuando me dicen "ya no más, se acabó, es el final", cierro la boca, me doy la media vuelta y no vuelven a saber de mí.

Podré ser lo que quiera, pero jamás, jamás seré una molestia.