24.3.13

Reconocimiento

La visión de la vida cambia cuando eres dueño de tu tiempo. Parece fácil de entender. Pero cuando por más de cinco años tuviste que compartirlo, ponerte de acuerdo en qué hacer y qué no. Ceder o convencer. Compartir las horas de sueño y levantarte porque la de al lado ya lo había hecho. O ya no querer dormir y seguir acostado para no perturbar el sueño del otro. O tener un escaso menú para los fines de semana. Pensar en la hora del regreso. En la de salida. Compartir amigos que a veces no tienes ganas de ver. Pensar en que tienes que "cumplir". Pero, bueno, así es esto. No es que te obliguen. Es que lo haces por amor. Y después por costumbre. Te acostumbras. Y cuando todo eso desaparece. Cuando no hay nadie a quien puedas despertar. Cuando puedes comer lo que se te pega la gana. Decidir si sales con alguien o no, no por razones ajenas, sino por tu propio antojo. Cuando sabes a qué hora irte. A qué hora regresar. Cómo gastar tu dinero. Hasta qué hora leer. Apagar la luz. Cuánto beber. Sin necesidad de explicación. Sin necesidad de convencimiento. Ni de ceder. Te conoces. Comienzas a reconocerte. Soy esa. Siempre lo fui. Adormilada. Abrumada. Pero ahora despierta. Con poder absoluto de decisión. En las cosas nimias. En las importantes.

Esta soy yo.

17.3.13

del uno al diez

nunca cuentes con una persona que te dice
siempre puedes contar conmigo
nunca
porque quiere decir
puedes contar conmigo cuando tenga ganas cuando se me antoje cuando ande de humor cuando me sobre tiempo cuando no tenga otra cosa más interesante que hacer cuando no esté cumpliendo con mis deberes cuando te quiera cuando te desee cuando pueda escaparme cuando te necesite cuando me hagas reír cuando me quede solo cuando mi bondad actúe por sí sola cuando no representes un peligro cuando me cancelen cuando no haya otra persona más importante cuando no haya fiesta cuando no me observen cuando no me aburra de ti
nunca cuentes con una persona que te dice
siempre
porque significa
nunca

10.3.13

Cartas sobre la mesa

Llegó la hora de las cajas. Las idas y venidas. La separación de bienes. Las despedidas definitivas. Las idas al cine sola. Insomnios sin ronquidos de por medio. Llegó el momento de la reconstrucción. De comprar un colchón. Y una lámpara. De pagar por un espacio. Y los servicios. Y ver que alcance para la alimentación. De leer si hay ganas. De callar. De llorar sin público. De dejar de fingir. Dejar de tratar de conocer y emprender la siguiente temporada de la vida.

Por más que creas conocer a una persona, no, nunca lo harás. No te ilusiones. Podrás conocer una capa. Tal vez dos. Si tienes suerte llegarás a la tercera. Pero nunca sabrás cuántas capas tiene. Qué es lo que esconde. Y no en el sentido consciente. Así que deja de perder el tiempo. No te quiebres la cabeza pensando en por qué hizo tal o cual cosa. O es que acaso ¿te conoces a ti mismo?

Cuanto más pasas tiempo con una persona, mayores son sus misterios. Sus íntimas intrigas. Sus deseos. Malestares. Sus gustos. Qué es lo que pretende. Uno se pregunta. Y tal vez ni esa persona lo sepa. Pero, ¿qué es lo que pretendo? Y ahí está el dilema. Pero una vez que lo sabes. Que tienes la certeza de lo que quieres y no en tu vida, ya no importa si conoces o no a las personas. Eso pasa a segundo plano. Porque sabes lo que quieres de ella. Y pondrás las cartas sobre la mesa. Y sabrás si quiere lo que deseas. Y si no. Gracias por participar.

Llegó. Estoy lista para el éxodo.

6.3.13

Ecos

Me preocupas.

Al mal paso darle prisa.
No hay mal que por bien no venga.
Después de la tempestad llega la calma.
¡Ánimo!

Puedes contar conmigo.

Cuando una puerta se cierra se abre una ventana.
Todo va a estar bien.
Las cosas suceden por algo.
Piensa positivo.

Lo lamento.

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Cuando las palabras se convierten en el eco lejano de tu cuerpo vacío...

3.3.13

Ciclo

Dos personas se conocen. Se atraen. Un día se besan saliendo de un bar. Después van a un téibol. En la madrugada, cuando el amanecer comienza a vislumbrarse, ella lo invita a entrar a su casa. A oscuras se besan. Se tocan. Él mete una mano en los pantis de ella y le dice "Quiero tener mi boca donde está mi mano". Y la tiene. Y ella cierra los ojos. Y él le dice ábrelos. Y los abre. Y jamás vuelve a cerrarlos. El amanecer entra por las persianas. "Tengo que irme". Y ella le pide que se quede. Entonces se duermen. Y en unas horas él se despierta y se va a su casa. Con la mano en su nariz todo el camino recuerda el olor de ella. Y se enamora. Ella se levanta y se va a trabajar. Una sonrisa no la abandona en todo el día.

Entonces comienzan los mensajes. Los encuentros vespertinos a escondidas. Y los matutinos. Él llega al departamento que ella comparte con su hermana, quien nunca se da cuenta de las entradas y salidas de ese hombre que comienza a llenar los pensamientos de ella. Y luego las pláticas. Ya no sólo es sexo y química pura. Es una conexión más profunda. Y comienzan las dudas. Los tal vez. Los puede ser. Y cuando menos lo esperan. Zas. Están enganchados. Hasta la médula.

Juntos deciden compartir sus vidas. Las salidas en sociedad. La presentación de ambas familias. Ella es la indicada. Él es el indicado. Están seguros. Se comprenden. Las charlas cada vez son más íntimas. El sexo cada vez mejor. No hay secretos. Sólo los necesarios. Pero conocen sus esencias.

Él sabe que a ella le gusta viajar. Que duerme sin calcetines. Que cuando se enoja desea que la dejen sola, que no la presionen. Que le gusta salir sola con sus amigas. Que le apasiona su trabajo. Que odia discutir. Disfruta de la buena comida. Los domingos la pasa con su familia. Que no está dispuesta a ceder sus navidades. Que cada mes se vuelve un valle de lágrimas sin explicación alguna. Que es desordenada. Cariñosa. Que le gusta cocinar. Que no le gusta que interrumpan cuando ven una película. Que es ruda y bromista. Inteligente y apasionada. Que a veces sin razón se queda en estado de mute y nada la puede sacar de su mutismo. Que le gustan las películas trágicas. Escribe bajo presión. Y confía más en ella que ella misma. Y la acepta.

Ella sabe que él sufre de insomnio. Que es limpio y ordenado. Que es más bien sedentario. Duerme con calcetines. Que tiende a hablar y hablar. Cuando se enoja explota. Que siempre que sale le pide que la acompañe. Le apasiona su trabajo. Y le apasiona discutir. Que habla mientras ven una película. No sabe cocinar y ni le interesa aprender. Que es alejado de su familia. Siempre tiene que decir lo que piensa. Cariñoso. Que dentro de toda esa fortaleza sus sentimientos siempre están a flor de piel. Que siente. Siente. Y nunca se lo calla. Bromista e inteligente. Le gustan las películas de acción. Escribe con dedicación. Con horarios fijos. Y que confía menos de lo que ella confía en él. Y lo acepta.

Pero de un momento a otro se desconocen. ¿Por qué ella se calla todo? ¿Por qué él tiene que hablar de todo? ¿Algún día me cocinará? Quiere que le cocine, ¿con quién me está comparando? ¿Por qué llora todo el tiempo? ¿Por qué te molestan mis lágrimas? ¿Es el trabajo más importante que nuestra relación? Eres muy ruda. Eres muy sentimental. Siempre tienes que decir todo lo que piensas. Nunca dices nada en una discusión. No sacas la basura. Nunca haces de comer. ¿Otra vez una película de acción? No puedes mantenerte callado cuando vemos una película. No tienes tiempo para mí, siempre estás escribiendo. Y tú siempre estás trabajando. Y entonces confían menos el uno del otro. Y se desencuentran.

Dos personas se conocen. Se gustan. Se enamoran. Se piensan como el ideal el uno del otro. Se aceptan. Se prometen. Los únicos. Serán. Y se lo creen. En lo más profundo de su ser. Lo creen. Con todas sus fuerzas. Con todas sus entrañas. Con todo lo que son. Pero no basta creerlo cuando algo surge. Cambia. O tal vez siempre fueron los mismos. Tal vez sólo caen en cuenta de la realidad: que los cuentos de hadas no, no existen.