11.12.11

6.4 grados richter

Es más el temblor de mi piel,
la latente espera,
que el movimiento telúrico bajo mis pies.
Es de un grado más intenso,
un terremoto interior
el que tambalea mis pensamientos
y contradicciones.

Sólo se hizo presente, físico, el desplazamiento de mis caderas hacia el mundo.
Sólo se hizo constante durante tres minutos el revuelo que crea la ausencia.

Vaivén. Va, ven. Va bien. Bah! Ve. Babeen. Vaivenes.

La tierra y sus esporádicos orgasmos.
Sus estúpidas, sensuales y peligrosas palpitaciones.
Caricias podófilas rozan su dermis al azar.
Caricias ambulantes estremecen sus placas tectónicas.
Tónica su esdrujulez.
Tectáculos terrenales.

Es más la contracción íntima de mi desnudez.
Mis placas epidérmicas se remueven y estacionan después de la explosión.
Implosión.
Es más ruidoso el estallido de mis neuronas.
Más
intenso
la poralidad
de mis sentidos.

Una oscilación me detiene
me pone de pie
me atemoriza
balanceo aparente
el firmamento luce igual
vacilación y duda
la Tierra es un péndulo constante
el resorte metafísico que la contiene
se estira, se distrae, dismunuye.
Vacila.

Titubeo.

Al final
sólo quedan
desastres internos,
grietas de placer,
el éxtasis
de la discordia.


4.12.11

Cuando escribo un texto en el blog y cliqueo "publicar" no me gusta realizar cambios. Corrijo lo que escriben los demás, pero, hasta cierto punto, siento un regocijo cuando leo mis errores. Creo que también eso se refleja en mi vida. Me regodeo de todo lo que he hecho mal. En realidad, si algo sé hacer bien es errar en mis desiciones. Y me gusta. Hasta cierto punto me excita equivocarme, tener la oportunidad de hacer algo mal, de echar a perder algo, de tirarlo al precipicio para empezar desde cero. Sólo que hasta ahora todo me ha salido tan bien, hasta lo indeseable sale a mi favor. Y cuando lo pienso comienzan mis crisis.

Tengo ganas de cagarla.

¿Se necesita ser candidato a la presidencia?
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Un grito en la noche me despierta. No, no es mi consciencia. Son las pesadillas de quien duerme a mi lado. O sí, puede que sea.
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Pero en cierta parte la estabilidad tiene algo placentero, aunque falto de emoción, placentero al fin. Más un placer mental que físico. Me gusta arriesgar. Echar toda la carne al asador. Toda la carne a las brasas. Toda la carne al sartén. Toda la carne... toda.
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Me traje dos archivos Word para trabajar en mi artículo sobre el amor (oh, esa utópica palabra), pero tienen virus y no los puedo abrir. Me pregunto cuántos virus posee mi mente, mi corazón, que cuesta tanto abrirlos... supongo que mi cuerpo está vacunado.
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Ahora me doy cuenta que todo es cíclico. Repetición tras repetición. Algunos sufren por el miedo al cambio, otros lo hacemos por miedo al estacionismo, a la quietud.

Nadie se atreva, siquiera, a corregir una coma de mi vida.
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Salamanca, Valencia, París, Roma, Barcelona, Tijuana, D.F., todo es lo mismo. Pa' qué tanto chingado viaje, pues.
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Soy sádica. Disfruto del sufrimiento ajeno. No de todos, por supuesto. Sólo es el alimento de mi ego, ¿tendría que ir a terapia? Todos en menor o mayor grado nos alegra pensar que alguien sufre por nosotros, ¿no es así? ¿o es que estoy enferma? Bah! la verdad la verdad... no me importa. Que vayan a terapia los malcogidos.