16.10.11

Un árbol retorcido entre el dulzor y la sal
las ramas crecen confusas
y se llenan de amantes anfibios
se amarran a las raíces
las raíces...
esas que han visto huracanes
y maremotos
esas que se aferran a la tierra
pero andan placenteramente
como en su casa
entre el agua
que no es salada ni dulce
que no es calma ni tempestad.
Su cuerpo pesado se mece
a merced de vientos y mareas
todos los elementos lo complacen:
agua, tierra, aire y sol
son sus súbditos.

Soy un árbol, un manglar
seducida por tu anfibio encanto.
Te ataré a mis raíces
con la tibia sensación melosa en tu paladar
pero de salitroso sudor.
Te suspenderé en mi tranquilidad
cuando las tomentas acechen nuestra tierra.
Una agitación pasiva y constante
dará sombra
al más retorcido de nuestros deseos.
Amárrate a mis raíces
introducidas en la cálida humedad
de mis aguas
agarradas de la fertilidad
de mi suelo
material desmenuzable
Yo te sujetaré, seré tu ancla
poseeré tu disfrute
aspiraré tus elementos
para nutrir mis ramas
y consolidar nuestro santuario
de hábitat tropical

9.10.11

Cada vez un espacio más pequeño. Con cada mudanza una unión más íntima. Una certeza de acompañamiento. En la cocina tu cuerpo se une a mi trastero. En el comedor nos alimentamos del mismo tabaco. Respiramos el mismo vapor en el baño. Las luchas cuerpo a cuerpo se hacen presentes en la habitación.

Somos un rompecabezas amorfo. Fragmentos que se unen. Se distorcionan. Encajan sus variadas formas de espejos. Mi pie en tu pierna. Tu cabeza sostenida por mi pecho. Mis dientes muerden tus orejas. Tus dedos aprisionan mi intimidad.

Somos una bola de cristal hecha añicos. Hacedores de nuestro futuro. Rompemos los hechizos del pasado. Perseguimos los mismos diminutos fantasmas. Los escuchamos de madrugada. Juegan en el techo de nuestra habitación, ruidos como goteras nos escupen e interrumpen nuestros sueños. ¿Escuchaste? Es el sonido de nuestros pensamientos que discuten mientras condecendemos en la cama.

Somos un nido de ligas. Separas una. Separo otra. Se retuerce pero no pierde su forma. Al estrellarnos rebotamos cada vez más alto. Cada vez más. Rompemos el sintetismo. ¿Pero qué es el plástico separado? Tiras solitarias de polímero. El gato del destino nos toma por juguete. Nos araña. Sólo logra la contracción de nuestros cuerpos.

Somos los cuartos que hemos habitado. Cada espacio donde hemos vivido. Nuestra esencia es consumida por las paredes de diversos mundos. Vamos paralelos pero coincidiendo. Somos los baratos hoteles donde hemos sido huéspedes. Esas llaves que nos han abierto sus puertas y los guardianes letreros de "no molestar".

Somos el pasar de los años. Las miradas contenidas en los silencios. La búsqueda eterna de las palabras. Los encontronazos de voces que se alejan para regresar más unidas. Soy tus manos pequeñas y tibias. Eres mis ojos sorprendidos. Soy tu diminuta nariz airosa. Eres mis pies grandilocuentes.

Mi casa es pequeña. Amueblada. Sencilla. Ventilada. Luminosa. Mi casa somos. Mi casa eres.

2.10.11

Anoche volviste a aparecer en mis sueños. Tal vez sea mi subconsciente que no me perdona lo que mi superyo superó. Es más, ni siquiera lo superó porque nunca pensó que estuviera en un error. Nos hermanábamos como grandes compañeras. Un sueño imposible. Por un momento me caíste bien y bromeamos de todo lo sucedido. No sé por qué te presentas en las noches. Sobre todo en esas noches que más suelo disfrutar. Que me duermo con una sonrisa expuesta a la oscuridad.

Ha sido un buen día. El clima, los hechos, la comida, las compras. Ahora estoy aquí tratando de escribir un sueño sin escribirlo. Sin detallarlo. Porque lo importante son las sensaciones. Los sentimientos.

Pero ayer, a mediodía, estuve enojada: tenemos que deshabitar el departamento que alquilamos recién llegados a la capital. Me enoja cuando las personas quieren abusar con máscaras de lealtad y honorabilidad. Cuando lo que hay detrás de la careta es un látigo sostenido por el verdugo, a punto de atacar contra la piel suave y melosa de la víctima habitacional.

No hay de otra. Lo sé. Lo intenté. Perdí.

Pero en otros aspectos he ganado. Gané a la soledad y a la amargura.

Un niño hace la diferencia cuando sustituye el dolor por llanto hambruno. Un niño hace la diferencia cuando la única sonrisa sostenida y espontánea es la de él. Un niño hace la diferencia en el día. Pero en la noche, cuando los demonios dejan de habitar las sombras para deambular alrededor de tu cama, el niño estará durmiéndo plácidamente con una sonrisa sostenida en la oscuridad, y tus demonios seguirán siendo los mismos espíritus que te aquejan y ese niño no podrá hacer diferencia alguna en la soledad y amargura.

He ganado. Una de tantas batallas. Sé que no la guerra.