26.8.12

Hoy no tengo ganas de pensar en lo que tengo. Lo que no tendré. Lo que nunca tuve. Me basta lo que soy. Lo que he sido. Lo que seré. No tengo ganas de. Recriminar. Que me recriminen. Pensar en lo que pudo haber sido. Lo que es. Lo que será.
Hoy no quiero vivir en las ganas de. En el futuro de alguien más. No quiero tomar desiciones de otros. Tienes que. Para mantenerme feliz. Hay que. Quiero que. La única. Ser. No. No quiero las miradas puestas en mí. Así. Nomás por que sí. No puedo pedir. No quiero hacerlo. No quiero que me pidan. Que esto tiene que ser así. Que si fuera. Que la vida. Que la luna. Que no. No es así. No puede. No debe.
Si es, es. Porque es. Porque así son las cosas. Y si duele. Duele. Y ya. Pasará. Como todo. En el futuro, al pensar, tal vez una punzada en el pecho. Pero no mata. Sólo está ahí. Diga lo que diga. Haga lo que haga. No se alejará. Porque los dolores no se alejan. Disminuyen. Y vendrán nuevos. Y se irán. Y quedarán en el pecho. Como serpientes encajonadas. Revolcándose. Pero encajonadas.
Hoy no quiero. Que tú. Que yo. Que él. Que ella. Que sus ojos. Que los tuyos. Que sus pies. Que los míos. Que el sapito en la palma de mi mano. Que duerme. Que adiós. Que la comida. Que el café. Que así están las cosas. Que así es la vida. Que nada es seguro. No. Nada es seguro. No hay promesas.
Estoy aquí. Ahora. Aquí estoy. Aquí. Veme. No me muevo. Estoy enfrente. Es el presente. Bendito presente. Y entrego todo. Menos promesas. Las promesas no. Definitivamente. No son para mí.

8.8.12


Siempre he dicho que no tengo amigas, que tengo puros amigos, pero creo que no les hago justicia a aquellas mujeres que me han aguantado. Es cierto, nunca pertenecí a ningún grupo de chicas. Nunca tuve ese círculo de amigas que está ahí en las buenas y en las malas. Que se ponen celosas, que cuidan que ningún chico te haga daño. No. No sé qué demonios es esa sensación. No quiere decir que no haya tenido —o tenga— amigas. Las tengo. Y con ese puñado me es más que suficiente. Pero no pertenecen al mismo grupo. A cada una la conocí en un lugar diferente. En distintas etapas de mi vida. Y cada una significa algo. Me aporta. Me complementa. Sus personalidades son tan distintas y representan tanto.

A Kristina, por ejemplo. La conocí en la preparatoria, en la etapa más calmada de mi vida. Yo pertenecía a un grupo cristiano católico apostólico romano. Mi papá había muerto. No era de las que quería cumplir 18 años con la esperanza de entrar a los bares. Leía y escribía mucho. Con ella podía hablar de religión. Ella era (es) de una religión distinta a la que era la mía en ese tiempo. Nos gustaba ir al cine, hacernos la pinta para desayunar en un restaurante nice (ahorrábamos toda la semana). Cuando comencé a rebelarme contra Dios y mi familia me fui alejando de ella. Pero seguimos siendo   amigas. Hoy está felizmente casada y tiene dos niños.

Tal vez si yo no me hubiera alejado tendría una vida parecida.

Pero el caso es que puedo nombrar a más amigos que amigas. Mis relaciones con cada uno de los géneros es muy distinta. Me comporto distinto. Con los hombres tiendo a ser violenta. Muestro mi cariño con codazos o comentarios suspicaces. Con las mujeres soy protectora, cariñosa y hasta condescendiente. Pero también tienen que aguantar mis desplantes y que, de vez en cuando, se me bota la canica y puedo herir sus niveles de estrógeno con facilidad. Quien sea mi amiga tiene que enamorarse de mi dualidad. De mi fortaleza exterior, de mi actitud en ocasiones de bullyng pero también de mis llantos y mi debilidad en ciertos momentos de mi vida. Saber aguantar los golpes, pero también las mariconerías. 

Como Carmen. A quien conocí en la uni. Su actitud masculina y más violenta que la mía me hizo ponerle atención. Si alguna de mis amigas se parece a mí, esa debe ser ella. Con toda su pose de me vale madre. Con toda su mirada dura. Sus palabras casi hirientes. Pero su fragilidad de niña, sus ojos dudosos, su sonrisa nerviosa, y su negación a hablar de sus sentimientos. Sus dos polaridades me deshacen. Es curioso cómo con ella hablo de muchas cosas importantes sin mecionar nombres, hechos, lugares. Nuestras conversaciones son más filosóficas. Casi metafísicas. Si me pongo a gritar como loca en medio de un bar, ella lo entiende y grita conmigo. Sin preguntarme siquiera qué es lo que me pasa. Nuestras palabras de cariño son bitch, zorra, perrita. Pero cuando viene acompañado de un "te extraño" o "te quiero" suelen ser dulces instantes.

Tal vez es que soy un poco brusca, y hasta me han llamado misógina, por eso tengo más relaciones afectivas con hombres. No se agüitan tan fácil. En el D.F. no he hecho ni una sola amistad femenina. Sí conocidas, pero con ninguna he entablado un vínculo más allá de hablar de hobbies. A lo mejor por eso he tenido que ir a terapia, porque no tengo a nadie para contarle mis pecados más recónditos. Tengo que pagar para confesarme.

Por otra parte está Myrna. Única compañera de mi primer empleo en forma. Ambas éramos asistentes de SPC Asesoría Avanzada. Yo turno matutino, ella vespertino. Pero llegaba antes porque salía temprano de la universidad. Estudió psicología. Siempre le llamó la atención mis pensamientos sobre los hombres, porque, precisamente, ella es absolutamente todo lo contrario a mí. Si alguien es mi polo opuesto es Myrna. Toda dulzura, femeinidad, inocencia, ternura, con el sueño de encontrar a su príncipe azul. Le fue mal en muchas de sus relaciones y lo peor es que yo casi siempre me ponía de parte de sus novios. También está casada y tiene una niña. Jamás la he visto tan feliz como el día de su boda.

Por último, Anylú. A ella la conocí de un modo muy particular. Iba en la prepa y salía con Mario (mi relación con él merece un post completo, si no es que varios). Era (o es) pintor. Siempre engatusaba a las chicas diciéndoles que las iba a inmortalizar en un cuadro. Recuerdo que cuando se me acercó dijo que tenía el perfil de Artemisa. En verdad era muy bueno. Total que en una exposición llevó a Anylú, con quien también salía. Y nos hicimos amigas. Fue lo más parecido al amor a primera vista, sólo que fue algo así como "amistad a primera vista". La morra era (o es) igual que yo en muchos sentidos. Tenía una pareja estable, pero siempre andaba de cabrona. No se quería casar. Ni tener hijos. Y bueno, una posición ante la vida y las relaciones personales similar. Ahora no está casada, pero vive con su pareja y ya tiene un niño. Me aconseja seguir en mi postura de no tener hijos.

Ellas son mis amigas. Claro, tengo más que fueron compañeras de trabajo, de escuela, de pedas, pero cuando tengo un problema sólo ellas me pueden escuchar. Sólo con ellas siento la confianza de contarles mis intimidades. Sólo con ellas lloro, hago berrinches, grito, me emborracho, las maltrato, las cuido, me peleo... porque solo peleo con la gente que quiero. A los que me dan lo mismo simplemente les doy el avión. Me es indiferente lo que piensen o dejen de pensar de mi o de mi vida.

Nunca pertenecí a un grupo de chicas. Pero me rodée de aquellas aguantadoras. Carismáticas. Distintas. Las mejores.