22.7.12

Ese demonio

Vanidad. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento.



Todos mis problemas son por su culpa. Nada nuevo. Siempre fui orgullosa. La sensación de merecerme el mundo entero, pero que éste no era merecedor de mí, es familiar. Entonces, cuando alguien pone en evidencia que, efectivamente, no soy la mejor, que soy prescindible, que no me merezco todo por el simple hecho de ser yo y que las personas tienen otras preocupaciones que no siempre son complacerme, me enojo. Y ese coraje es más conmigo misma que con los demás, porque caigo en cuenta de lo vulnerable que soy.

Es difícil herirme. Nadie lo puede hacer fácilmente. Pero les doy un tip. Si lo quieren hacer solo dejen de mirarme. Dejen de escuchar lo que digo. De leer lo que escribo. No se percaten de mi presencia. Hagan como si fuera un cero a la izquierda. Efectivamente. Me darán donde más me duele. Habrán abierto la herida. Pondrán el dedo sobre mis vanidosas estigmas. Pero también me habrán perdido.

Porque después de ese golpe pierdo todo el interés. Aunque después vuelva a ser el centro del universo, ese universo en específico ya no me interesará, porque sé que es momentáneo. Efímero. Porque me hicieron conciente de mi peor defecto. Entonces buscaré a alguien más. Una persona que yo sea su mundo. Que eleve mi ego. Siempre es fácil encontrarla. Mantenerla por algún tiempo, hasta que se de cuenta de lo patética que soy. De que pido, pero no doy nada a cambio. Hasta que deje de mirarme. Y yo pierda el interés. Interminablemente.

Es sencillo tenerme. Hacerme feliz. Pero es más sencillo, mucho más, perderme. No le tengo miedo a las despedidas. Sólo temo que me hagan saber lo que realmente soy.