Es más el temblor de mi piel,
la latente espera,
que el movimiento telúrico bajo mis pies.
Es de un grado más intenso,
un terremoto interior
el que tambalea mis pensamientos
y contradicciones.
Sólo se hizo presente, físico, el desplazamiento de mis caderas hacia el mundo.
Sólo se hizo constante durante tres minutos el revuelo que crea la ausencia.
Vaivén. Va, ven. Va bien. Bah! Ve. Babeen. Vaivenes.
La tierra y sus esporádicos orgasmos.
Sus estúpidas, sensuales y peligrosas palpitaciones.
Caricias podófilas rozan su dermis al azar.
Caricias ambulantes estremecen sus placas tectónicas.
Tónica su esdrujulez.
Tectáculos terrenales.
Es más la contracción íntima de mi desnudez.
Mis placas epidérmicas se remueven y estacionan después de la explosión.
Implosión.
Es más ruidoso el estallido de mis neuronas.
Más
intenso
la poralidad
de mis sentidos.
Una oscilación me detiene
me pone de pie
me atemoriza
balanceo aparente
el firmamento luce igual
vacilación y duda
la Tierra es un péndulo constante
el resorte metafísico que la contiene
se estira, se distrae, dismunuye.
Vacila.
Titubeo.
Al final
sólo quedan
desastres internos,
grietas de placer,
el éxtasis
de la discordia.
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