21.1.13

Insolación

Sí. Tal vez sea una frase cliché. De esas que cuando eres adolescente dices que nunca dirás, pero muy en el fondo sabes que terminarás diciendo. No sabes muy bien por qué, pero intuyes que es una verdad universal. Y que, por lo tanto, no puedes escapar de ella: "ahora comprendo a mi madre".

Hoy que llegué a una casa vacía, con el llanto a punto de desbordarse, los ojos cansados, la piel enrojecida, los sentimientos a flor de piel, con ganas de un abrazo fuerte, con ganas de sentir que a alguien le importaba, que me hicieran un té, sentirme apapachada y sentir sólo la soledad, poner el agua a calentar, sacar la bolsita de té, colocarlo dentro de la taza, esperar a que el agua hirviera, cambiarme, despintarme, tender la cama para poder acostarme... pensé en ella.

Cuando se enferma está sola. No hay nadie que la apapache, quien calme sus miedos, que le diga que todo va a estar bien. Ella sólo se tiene a ella. Y tuvo a sus hijas. Y se dedicó a ellas. A educarlas lo mejor que podía. Con las herramientas que la vida le dio. Y ahora vive sola. Rodeada de sus perros. Y de sus cosas. Sus recuerdos. Y quisiera que hubiera alguien que estuviera ahí. Pero cada noche que llega a su casa se encuentra con su soledad. Con las frías paredes. Con una cama vacía que tiene que tender para acostarse. Se tiene que preparar sus tés. Se tiene que cambiar y despintarse. Y levantarse al día siguiente sabiendo que nadie espera su llegada. Y con el consuelo de que alguno de los seres que parió se acuerde de ella. Porque ella siempre se acuerda de sus hijas.

Digo que estoy cansada. Pero qué será de su cansancio. Y me siento incapaz de marcarle. Porque creo que la llamaré y me soltaré chillando. Y para qué darle más preocupaciones. Para qué darle más en qué pensar.

Tal vez sólo sea la insolación. O la casa vacía. O mi incapacidad para cuidar de dos tortugas. O mi egoísmo al no querer ser madre. O tal vez sólo sea la vida que pasa. Los años. El sentimiento de culpa escondido en quién sabe dónde. Tal vez no sea nada y ni siquiera estoy escribiendo. O la incertidumbre. O la terapia. O la realidad. O Jerry... Una epifanía de mi destino.

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