7.2.13

Seis años

Era un domingo. Creí que era uno cualquiera. Mi madre hizo ceviche. Estábamos en su casa Caro, Martín, Aldo y yo. Todos comimos gustosos. Caro se comió nueve tostadas. Sí. Nueve. Me pareció extraño su voraz apetito, pero no sospeché nada. Aldo se fue a su casa y yo me metí al cuarto de mi mamá a echar la siesta. Estaba somnolienta cuando ambas entraron a la recámara. Mi madre empujaba a mi hermana. Dile. Me asusté. ¿Qué? Estoy embarazada. Pensé que no terminaba de despertar. Sólo atine a decir Felicidades. Veintiún años. Quinto semestre de carrera. Sabía que todos le preguntarían. Qué harás. Pero cómo. Tu carrera. Tu futuro. Así que quise que recibiera una felicitación. Como se supone que debe ser. Pero dentro de mí todas esas preguntas también venían a mi mente.

No dejó de estudiar. Ni de trabajar. Siempre luchona. Andaba en calafias con la panza de cinco, siete, nueve meses. Iba a la escuela. Al doctor. Apostamos por el sexo. Y gané. Niño. Sería el primer hombre de la familia. Rodeado de mujeres. Le hablábamos a la panza que crecía y crecía. Le inventábamos nombre. Ale le decía Louis. Caro se enojaba.

Algo crecía dentro de ella. Ese algo que se convirtió en alguien.

Nació un lunes. Fue cesárea. Nunca se acomodó. Todas estábamos trabajando. Presionábamos a Alejando para que nos tuviera al tanto. Trabajaba en el CECUT. Tenía nervios. A las dos de la tarde mi teléfono vibró. Tenía un mensaje multimedia. Entonces lo vi por primera vez. Cobijado por una manta y un gorrito azules. Enrojecido. Los ojos hinchados. El ser más hermoso que había visto nunca.

Al salir del trabajo Aldo pasó por mí y fuimos al hospital. Caro en la cama sostenía un pequeño cuerpecito que acababa de salir del suyo. Dudé en tomarlo cuando me lo ofreció. Pero era como un imán. Quería sostenerlo. A la vez que tenía miedo de dañar su fragilidad.

Conforme creció me enamoré de él. Calmado. Sociable. Risueño. Dispuesto a recibir todo el amor que cuatro mujeres le prodigaban. Se volvió el alma de la familia. Siempre en nuestros pensamientos. Siempre atentas a sus necesidades. Nuestro amo y señor. Tal como su nombre lo dice.

Hace seis años nació el único hombre capaz de hacerme dudar de mi decisión de no tener hijos: Cristo.

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