25.9.11

Al principio fue emoción. Un tipo de adrenalina recorrió mi cuerpo. Después orgullo. De ser quien soy, de donde provengo. Siguió la desesperación, el enojo, el dolor. Ahora todo termina en indiferencia.

Comprendo, una vez más (pero cada vez con más arraigo, más sensatez), que no te necesito. Que estuve ahí sin estarlo porque así lo quise. No me gusta inmiscuirme en reuniones sin apetito. Y nunca tuve el hambre para entrar. Para hacerme parte de.

Está bien. Tal vez en un momento fugaz sí quise ser parte de algo. Pero me gusta mi soledad. Ese es el gran hecho. Nunca he estado dispuesta a sonreir sin ganas, a alabar lo inalabable, a comentar la inmundicia. Este es mi pago: la soledad. El mejor cheque que he recibido.

Puedo poner nombres y borrarlos a mi antojo. Puedo destrozarlo y rehacerlo. Por eso estoy aquí. Lejos. Me vine huyendo de ti. De tus dioses falsamente misteriosos y divinos para crear los míos. Que no son menos falsos, pero que me pertenecen y están a mi merced.

No necesito pasar por esto una vez más. Puedes salir por donde te colaste: rendijas astutas de mi memoria desdentada. Puedes devolverte como llegaste: arrastrándote para llegar a mi consciente desde las penumbras del olvido.

No volveré al negro. Y no me molesta que mis palabras te hagan chillar. Si la sangre no te detuvo en el umbral de mi orgullo, no detendré los golpes a tu cuerpo potentemente deshilachado.

No hay comentarios.: