25.11.12

Lo lamento. Ser esa persona que soy. Con todos esos miedos. Complejos que me cercenan. Me hacen ser lo que soy. Nunca lo había lamentado tanto. Como hasta hoy. Justamente. Cuando los reclamos. Reproches sutiles. Se me vienen encima. Y todos. Absolutamnete todos. Son certeros. Nadie se equivoca. Lo sabía. Estaba semiconsciente de mi egoísmo. De mi frialdad. Pero hoy. Justamente hoy. Y cuando digo hoy me refiero a ayer. A antier. A hoy. Me lo han hecho saber de variadas formas. Creativas. Sentimentales. Reprochantes. Con palabras. Miradas. Con poesía.

Lamento ser esa persona que no se puede asir. Que se escapa entre los dedos como humo de cigarro. Que agrega un ladrillo a su muro con cada palabra tierna. Lamento ser esa persona que está. Y luego desaparece. Invisible. Para después hacer uso de su magia. Y regresar con una sonrisa. De naríz a oreja. Dar palabras de aliento. Y decir lo que se quiere escuchar. E instantes después. Esfumarse. Con una mirada que no se mantiene. Con unas pupilas que pasan de unos ojos a otros. Con manos acariciadoras de la tragedia.

Lamento que me gusten los finales tristes. Los personajes viscerales. Las novelas que estrujan el corazón. Que sea lo único que me haga sentir. Que las comedias y los cuentos de hadas me parezcan aborrecibles. Estar tan metida en mis fantasías, que solo me salgan palabras hiperrealistas. Tener tan claro el mundo donde vivo. Y tan difuso lo que quiero de mí misma. Y de los demás.

Pero si algo tengo a mi favor, es que lo sé. Siempre lo he sabido. Nunca lo he dejado oculto. Está a la vista de todos. Por que así soy. Y nunca lo había lamentado tanto. La fina capa de hielo se rompió y caí. Sobre él veo manos que tratan de rescatarme. La única salvación es no estirar mi brazo. Quedarme ahí. Hundida. Congelada.

Ya veremos si ese calor interno que presumo me salva.

Ya veremos.

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